Reseña La simetría de los deseos
Hay veces que, sin esperarlo, un libro te agarra con fuerza y se niega a soltarte hasta que no has llegado a su última página. Esa es la magia de la lectura, llegar a autores a quienes no conoces y que, de pronto, sientas que lo que escriben podría ser tuyo. O podrías ser tú quien está en esas líneas contando pedazos de tu vida. Esto es lo que ha conseguido el israelí Eskhol Nevo con su libro “La simetría de los deseos”.
Con el trasfondo muy tenue de un Tel Aviv amenazado por la Intifada, Eshkol Nevo (Jerusalén, 1971) ha escrito una sutil y viva historia en torno a cuatro amigos que en la final del Mundial de fútbol de 2002—el de Corea y Japón— se retan a escribir en un trozo de papel sus deseos para dentro de cuatro años, cuando se celebre el próximo Mundial: Yuval quiere estar casado con Yaara y tener una hija suya; Churchill, haciendo honor a su apodo, quiere participar en algún logro social, algo que cueste sangre, sudor y lágrimas; Ofir, escribir un libro; y, finalmente Amijai, fundar una clínica terapéutica.
“La simetría de los deseos” se estructura mediante un puñado de fotos, con las que Yuval, el narrador de la historia, va hilvanando las diversas líneas de su narración. Fotos de un viaje por Sudamérica, de una excursión al Sinaí o del servicio militar en los territorios ocupados. Durante esos cuatro años él es un espectador de la vida que desarrollan cada uno de sus amigos y será él quien, a su manera, vaya escribiendo la historia de esos años, de los cambios en el grupo, hasta el punto de hacer suyo el deseo de Ofir. Y, además, así poder ajustar ciertas cuentas con el destino, pues “cada uno”, dice, “reescribe su vida cuando se la cuenta a sí mismo”.
El oficio de Nevo se muestra cuando consigue este efecto de puzzle que toma forma sin que el lector lo perciba. Simples anécdotas, conversaciones, encuentros, escenas van construyendo la obra de una forma aparentemente ligera, insustancial a veces y demasiado grave en otras, para levantar una novela espléndida.