Permafrost de Eva Baltasar
El permafrost es aquella capa del suelo que se encuentra permanentemente congelada, pero es también el escudo en el que se protege la narradora de esta historia. Eva nos permite sumergirnos en las profundidades del interior de una protagonista gélida y fría, marcada casi de nacimiento por la apatía, la desconfianza y la soledad.
Con una prosa que casi roza lo poético, esta novela nos vierte desde la voz de la protagonista toda una serie de reflexiones sobre la toxicidad de sus relaciones familiares, de observaciones ácidas sobre lo contradictorio e irrisorio del mundo que la rodea, de pulsiones suicidas, de medicación y de una desgana desoladora que intenta ser acallada superficialmente con sexo y literatura.
Creo que la importancia de esta novela radica en la profundidad de los personajes femeninos, la visibilización de la salud mental y el relato de las experiencias sexuales — tanto con amantes como consigo misma — de una mujer lesbiana. Sin embargo, los continuos saltos temporales, los cambios de escenario y los capítulos tan breves en ocasiones me han hecho sentir un tanto perdida mientras lo leía. “Permafrost” no es una novela con una trama lineal que acontece en un lugar y en tiempo determinados, sino que es más bien un bosquejo de pensamientos, recuerdos y memorias de una mujer que trascienden cualquier noción de tiempo y de lugar. Es un estar en todos sitios y en ninguna parte a la vez, y creo que si hubiese sabido esto último quizá lo hubiese disfrutado mucho más.